CAPITULO X (La piedra amarilla)
Recargado en uno de los bancos de la cocina, sintiendo un escalofrío provocado por el sudor que aún estaba en mi piel, el cual se enfriaba lentamente y al recorrer mi cuerpo este me ayudo a recuperar la lucidez. A pesar de lo bien que la había pasado unos minutos antes, era una realidad que el plan debía continuar, muy por encima de mis repentinas dudas, sobre todo porque era demasiado complicado explicar porque mi verdadero cuerpo yacía completamente inconsciente en la parte posterior del auto; más temprano que tarde papá notaria que eso no se trataba de una simple siesta.
Sin demora, tome toda la ropa para volverme a vestir,
necesitaba estar preparado para cuando papá regresara del baño. Teniendo aun
tiempo disponible, ajuste el medallón para poder absorber el alma de papá. Para
ese momento el manejo del medallón era algo simple para mí. Pocos segundos
antes de que papá regresara, metí el artefacto al interior de la blusa. Al
retornar el hombre con el que había tenido una deliciosa intimidad, este lucia menos
animado, supongo por el hecho de verme vestido.
El desamino que tenia se acentuaba conforme nos
dirigíamos al automóvil, era acompañado entre murmullos como si se tratasen de
quejas, algunos de ellos desaprobando aquella visita inesperada de su hijo, mismo
que lo hacían enfurecer más y más. Al momento de estar frente al auto, volvió
su cabeza para mirarme, yo estaba justo detrás de él, al hacer contacto con mis
ojos esbozo una mueca de desagrado y señalando el cuerpo dentro del carro se
limitó a decir “Ese es uno de los errores más grandes de mi vida”.
Si unos instantes atrás tuve dudas acerca de detener
mi plan, ese comentario afianzo la importancia de llevar acabo lo inicialmente
ideado, incluso, motivándome a desquitarme de una manera más creativa. Espere a
que se acercara lo suficiente al cuerpo y, justo cuando comenzó a moverlo con
la clara intención de despertarlo, coloque el medallón en su espalda, activando
de inmediato el objeto que sostenía en mi mano. El resplandor rojo fue fugaz,
en cuanto la luz se degrado el cuerpo de papá cayó como un costal, justo encima
de mi verdadero cuerpo. Estaba hecho, un alma más al medallón y mi plan entraba
en una nueva fase.
Como pude intente acomodar el cuerpo de mejor manera
para lograr cerrar la puerta trasera, una vez hecho eso, decidí cerrar las
puertas de la casa antes de marcharme. De regreso al auto y antes de subir a
él, una luz parpadeante proveniente del medallón, llamo mi atención. Tenía un
tono amarillo, aquella luz emitía un continuo palpitar. Lo acerque para mirarlo
detenidamente, algo no andaba bien; lo observe detenidamente y me di cuenta que
los anillos perimetrales que contenían los grabados giraban en sentido de las
manecillas del reloj, en un movimiento casi imperceptible.
Intentando encontrarle sentido, ajuste la piedra en
otro modo, pero el mecanismo se bloqueó completamente, aunado a esto el
movimiento de los anillos continuaba con su marcha, pronto pude notar que se
trataba de un reloj en cuenta regresiva, ya que los símbolos grabados que
también se habían iluminado, comenzaron a apagarse uno a uno conforme se
completaban los ciclos del reloj. Mi única teoría versaba en que al absorber un
alma más, había desencadenado aquel efecto. Mi temor inmediato era que liberara
las almas contenidas y las hiciera regresar a sus cuerpos, eso definitivamente
me causaría un grave problema. Salí velozmente del auto de regreso a la casa y
tome del armario un par de extensiones y franelas que utilizaría para amordazar
los cuerpos que llevaba en el vehículo. Sin perder tiempo y muy contrario a mis
deseos tuve que regresar a mi verdadero cuerpo, como pude ajuste los amarres y
cubrí la boca del cuerpo de papá y Carolina. En ese instante estaba furioso, el
deseo de permanecer como Carolina había sido frustrado por mi desconocimiento
de las limitaciones del medallón.
Bastaron algunos minutos para que el reloj del
medallón terminara con su proceso, al apagarse los últimos símbolos y detenerse
el movimiento de los anillos, el tono amarillo de la piedra se desvaneció,
seguido de un chasquido que reactivaba los anillos, regresando cada uno de
ellos de manera frenética a su posición inicial. Después de eso, todo
permaneció igual, nada había cambiado, algo que sinceramente de primera
impresión me tranquilizo. Me acerque a los cuerpos inanimados para ver si de
alguna manera retomaban un estado de conciencia, no obstante, después de unos
minutos de observarlos nada sucedió.
Sintiéndome más seguro, desate el cuerpo de Carolina, intentaría regresar a él. Sin problema alguno en instantes estaba de regreso en aquel cuerpo que consideraba como mío, era una realidad que, al estar de regreso en mi verdadero cuerpo, algo había cambiado, fue incomodo, ajeno a mis sentidos. Habiendo realizado el cambio, volví a atar el que fuera mi viejo cuerpo, tenía muchas cosas aun por hacer, ya había perdido tiempo con el susto que me dio el medallón. Así que, teniendo cuidado de no sobrepasar los límites de velocidad, conduje lo más rápido posible de regreso a la casa de mamá. Confieso que sentí un mayor alivio al llegar a mi destino y una vez logre meter el auto al garaje, tome las cosas con mayor tranquilidad.
Los amarres fueron muy efectivos, ni un solo
centímetro se habían aflojado, algo que me permitió hacer las cosas sin ningún
tipo de aspaviento. Era claro que con el cuerpo de Carolina no podría mover
aquellos cuerpos que llevaba en la parte trasera del coche, sin más remedio
tuve que tomar prestado el cuerpo de papá para realizar aquellas maniobras.
Libere de los amarres al cuerpo de papá, una vez libre, me acerque tanto me
fuera posible para que, al momento de pasar mi alma a aquel cuerpo, el de
Carolina no cayera bruscamente al suelo. El cambio no fue nada placentero, de
inmediato noté el peso extra del cuerpo y por supuesto volví a sentir un bulto
entre mis piernas. Con la fuerza que en ese momento poseía, me encargue de
llevar los cuerpos hasta el interior de la casa, poniéndolos junto al cuerpo de
mamá, que se encontraba desnuda y completamente inmóvil en el suelo. En ese
instante una repentina ansiedad se apodero de mí, sentí duro el miembro de
papá, tan tieso como nunca antes había sentido algo igual, tan palpitante que
podía sentir sus movimientos en el muslo al cual se ladeo al ponerse erecto. De
alguna manera al estar en contacto con el cuerpo de Carolina y ver a mamá
desnuda, disparo un tremendo deseo sexual y muy a mi pesar, me era
imprescindible saciarlo.
Tan frenético fue el deseo que, sin pensarlo, comencé a quitarme todo lo que llevaba puesto sin tener cuidado alguno del lugar en donde arrojaba la ropa. Miraba de un lado a otro, poniendo mis ojos sobre Carolina y mamá de manera intercalada, quería meter ese pene dentro de las dos, era incontrolable, con cada segundo de duda al no saber con cual empezar, ese pene se hinchaba más y más, hasta llegar a parecer como si fuese a estallar. De tal manera que opte por el cuerpo más próximo y disponible; tan pronto me pose encima de mamá, escupí en una de las palmas de mi mano para intentar humedecer aquel descomunal pene, así como la vagina de aquel cuerpo inerte.
Sin importarme al principio un poco el ardor que de
primera instancia se generaba al entrar y salir de la vagina de mamá, hice
cuanta embestida me era posible, graduales, cada vez más frenéticas,
aceleradas, empujando levemente hacia adelante el cuerpo que tenía frente a mí.
Tomaba sus pechos entre mis manos, apretándolos y masajeándolos sin el menor
cuidado. Podía escuchar los chasquidos que se generaban al estrellar el cuerpo
de papá contra el de mamá, un tanto molesto por la inestabilidad del cuerpo de
mamá, la tome de la cintura acercándola más a mí, lo que me permitió un
movimiento más rítmico, era delicioso sentir como se humedecía mamá.
El cuerpo de papá era impresionante, ni una muestra de
cansancio, ningún indicio de que aquello fuera a terminar pronto, su fuerza me
permitió mover el cuerpo de mamá a placer, era tan ligera y cuando la miraba al
rostro su boca entre abierta no hacía más que motivarme a cambiar de posición.
Levantándome, tome el cuerpo de mamá y la puse sobre la mesa del comedor,
coloque aquel pene rojo como el metal al calentarse, dentro de su boca y
sosteniendo su cabeza con una de mis manos, tome el tiempo necesario para
venirme en su garganta. Fue increíble ver como de su boca salía algo de ese
blancuzco fluido y tan pronto sucedió, todo el interior de su boca me fue más
perceptible, el roce de su lengua con la base del pene y sus labios justo al
salir de ella, me hizo querer aún más.
Agitado un poco, me dirigí hasta el cuerpo de Carolina, el cual tome y desnude en un abrir y cerrar de ojos, casi arrancándole la ropa, estaba ansioso. Lleve a Carolina hasta donde estaba mamá y sin ninguna contemplación pasee mis dedos en su boca y vagina tratando de obtener cualquier líquido para lubricar la vagina de Carolina, recuero arrastrar mis dedos en cada pliegue. Sinceramente no me importo mucho si fue suficiente con lo que hice, sólo deseaba estar dentro de Carolina, y tan pronto pude así lo hice.
Aprovechando la altura de la mesa, recargue el torso
de Carolina en ella, dejando plenas sus nalgas frente a mí y abriéndolas de par
en par, se me reveló tan ansiado premio. La penetre tantas veces me fue
posible, el pene palpitante acentuaba mi percepción de las paredes interiores
de la vagina de Carolina. Recuerdo que tomaba con gran fuerza su cadera,
arrastrándola desesperadamente hacia mi cada vez que impulsaba mi cuerpo hacia
delante. Fuerte y más fuerte, incesante, me sentí poderoso, ella era tan ligera
y maleable. No recuerdo cuantas veces cambie de postura, intente todo lo que mi
imaginación me permitió, cada postura me hacía disfrutar de aquello y más aún
cuando gradualmente del interior de aquella vagina el líquido resbalaba sobre
mí. Sin percatarme, de repente, justo de manera espontánea aumento
considerablemente el placer, obligándome irremediablemente a dejar correr una
segunda dosis de semen, pero ahora dentro de Carolina, definitivamente había
terminado.
Descuidadamente alejé el cuerpo de Carolina de mí, como si se trátese de un simple trapo, después de eso me senté un una de las sillas que había empleado durante mi experimentación de posiciones, silla un tanto empapada, pero que a la vez me complacía al sentir que ese líquido lo había logrado sacar yo. Me tomo varios minutos recuperar el aliento, me sentí desguanzado, el esfuerzo fue considerable, tan pronto logre ponerme de pie de inmediato regrese al cuerpo de Carolina, era extraño, pero en cuanto mi alma entro al cuerpo de Carolina volví a sentirme “normal”, de inmediato percibí esa calentura a la que ya me había acostumbrado, la cual llegaba tan repentina y agradable. Cerré mis ojos mientras recorría con mis manos todo mi cuerpo, pasando por mis caderas y terminando justo entre mis piernas, sintiendo todo el líquido que había salido de mi vagina.
Como era de esperarse, no deje pasar la oportunidad
que tenía justo frente a mí, el cuerpo de Carolina pedía a gritos aprovechar el
pene aun erecto de papá. Me deslice hasta llegar al cuerpo de aquel hombre, con
el cuerpo de Carolina lo miraba de diferente manera, el deseo de tomar ese
miembro entre mis manos era desenfrenado. Lo tome primero con una mano mientras
lo masajeaba de arriba a abajo, lamiéndolo de vez en vez y tan pronto volvió a
ponerse muy duro, cambie mi mano por mi boca, lo introducía hasta el fondo, a
pesar de los espasmos que me obligaban a regurgitar el tenerlo muy adentro, no
podía parar necesitaba terminar bien lo que alguien más había comenzado. Estaba
excitado y cuando volví a humedecerme, me monte sobre él, ese miembro entro por
completo, de la misma forma que ya lo había sentido antes, disfrute cada
instante en que ese trozo de carne me atravesaba, era yo quien controlaba el
ritmo y la frecuencia, era yo quien sentía el palpitar y con la ausencia de
cualquier persona que pudiese escucharme, por fin me sentí libre de gemir, por
fin me había liberado del miedo a gritar. Perdí la noción del tiempo, sin embargo,
ese instante se sumó a los mejores momentos que había tenido en el cuerpo de
Carolina.
Todo finalizo cuando llegue al clímax, no tengo idea
exactamente de qué sucedió pero un múltiple orgasmo me hizo estremeces,
dejándome caer a un costado del cuerpo de papa y sin quererlo no pude detener
una "risilla" que de alguna manera me hacía sentir tan alegre.
Permanecí varios minutos así, hasta que recordé la importancia de continuar y
una vez saciado el deseo, afiancé en mi mente el plan, había sido
extraordinaria la experiencia del sexo como un hombre mayor, no obstante,
estaba convencido de querer ser Carolina. Al mirar alrededor, mi vista se posó
en mamá, súbitamente me inundo una profunda nostalgia, de alguna manera ella
era la única que me había querido, incluso considere un tanto injusto dejarla
encerrada en el medallón, no merecía eso, sin embargo, me resultaba difícil
regresarla y pretender que todo era normal, era evidente que impediría que me
quedara en el cuerpo de Carolina y definitivamente quería ser Carolina. Optando
por un último recurso, con la esperanza de que las cosas resultaran diferentes
a lo que mi lógica indicaba, intentaría convencer a mamá de mi decisión, para
ello debía regresar su alma a su cuerpo y tener una larga charla.
Antes de llevar a cabo lo ideado, me asegure de
limpiar (en medida de lo posible) e inmovilizar el cuerpo de mamá, en caso de
que las cosas se salieran de control. Habiendo verificado cada amarre, ajuste
el mecanismo del medallón, me llamo poderosamente la atención que el brillo del
color en la piedra era más intenso que en ocasiones anteriores, mi primera
impresión fue que aquel susto que me lleve en casa de papá con el movimiento de
los anillos era tan solo una recarga de aquel intrigante objeto. Tan pronto
acerque el artefacto al cuerpo de mamá, lo active para llevar a cabo lo que
considere la negociación más difícil de toda mi vida, sin embargo y a pesar de
numerosos intentos, no pude regresar el alma de mamá a su cuerpo. Era extraño,
por más ocasiones en que repetí lo que ya sabía hacer, el resultado era nulo, esto
definitivamente me asusto. De principio pensé que el medallón debía recargarse,
pero tras esperar e intentar por un par de horas, las cosas se mantuvieron
igual. Desesperado, regresé mis pasos en mi mente ¿qué había dejado de hacer?
Entonces recordé lo que me había dicho el gordo cuando tuvimos tiempo de
platicar acerca de las funciones del medallón. Sabía gracias a él que el color
rojo absorbía almas, por cada vez que despojaba un cuerpo de su alma la gema se
fragmentaba en su interior, cómo si creara un espacio para almacenar todas esas
almas, cada celda originada tenía en su interior una forma peculiar.
Recordé que las primeras veces que lo hice tome mucha
atención en cómo eran esas figuras; cuando lo utilice con el gordo, apareció
una figura triangular dentro de una celda, con el alma de Carolina la celda se
tornó parecida a una hoja; por otro lado, para mamá la figura era más
geométrica, casi un triángulo y, finalmente con el alma de papá, la celda
obtuvo una figura cómo de una cruz. Justo al recordar eso, examine mi medallón,
escalando cada tono hasta llegar al rojo, grande fue mi impresión al darme
cuenta que la gema no estaba fragmentada, ausente de cualquier figura, vacía
por completo. Entonces supe en ese momento las consecuencias de absorber demasiadas
almas en el medallón, era indudable que ese artefacto era demoniaco, ya que se
alimentaba de almas, por eso aquel parpadeo, esa tonalidad amarilla de la
piedra, ese incesante movimiento de los anillos y la nueva intensidad de cada
color. A cambio de las almas en su interior, el medallón recuperaba su energía;
eso era comprobable debido al intenso brillo de la piedra al momento en que
regrese al cuerpo de Carolina, lo que quería decir que todas aquellas personas
habían dejado de existir. Un instante fue suficiente para tener en mi
conciencia cuatro vidas, entre ellas la de mi propia madre, el único ser que
muy a su manera me había amado.
Pase la última hora llorando, embargado por una
profunda tristeza, inconsolable a pesar de que justifique miles de veces mi
desconocimiento acerca de aquel cobro por parte del medallón. De repente un
pensamiento asalto mi estado depresivo: Sí las almas desaparecían, entonces
¿dejaría de tener acceso a sus memorias? Tan pronto finalizo esa fugaz
suposición, ajuste el mecanismo del medallón para intentar obtener las memorias
de Carolina. Dubitativo y con un temblor incontrolable de mi mano, con más
miedo que curiosidad, active el medallón, el cual con un seco “click” confirmo
el peor de los panoramas que había contemplado. Al carecer del alma de alguien
en él, sus memorias también se habían marchado, sin embargo, algo más sucedió
que cambio completamente el valor estimativo que concedí al medallón.
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