En la cabina ardiente de un Porsche rojo sangre, donde el cuero se adhiere como un amante voraz y el techo solar deja filtrar rayos que lamen la piel en un thriller erótico de De Palma, Kim Migneault —esa musa digital canadiense con 21 millones de admiradores, curvas hipnóticas y novia de Sonrix, cuya pasión pronto reclamaré— se estremece en una posesión demoníaca.
Ha perdido su cuerpo en un ritual prohibido: un fan homosexual, obsesionado con su feminidad envidiable —senos que se arquean como frutos tentadores, caderas en un vaivén seductor—, la ha usurpado con conjuros lascivos, deslizándose en su carne ardiente como un espíritu palpitante. Ahora él es el dueño, explorando sus pezones endurecidos y su intimidad en oleadas traidoras, mientras Kim, espectro en su mente fracturada, grita en un torbellino de pánico y placer culpable: "¿Soy yo esta entrega que arde?". Quiere resistir, huir, recuperar a Sonrix y su mundo, pero su voz ronca la traiciona con un "Ven, amor", ojos ajenos brillando de deseo.
Él tomará todo: amigos en noches de fuego, familia con promesas veladas, y a Sonrix lo envolverá en una entrega feroz, hasta que olvide el rostro original. Kim lo siente en visiones que queman: cada caricia la hiere con celos y un éxtasis inexorable.
El aire vibra con vaho cargado de deseo, el motor late como un pulso gutural; el látex rojo se funde a su piel perlada, manos cautivas estrujando el volante en un vaivén de terror y rendición, al borde donde el horror se disuelve en un gemido, y él sonríe en el reflejo, devorando su vida.
Qué bueno verte de vuelta
ResponderBorrarHola
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