Capítulo III
El cuerpo.
El agua fría no sólo produjo un
incómodo temblor en mi cuerpo, también contribuyó a que retomara conciencia de
lo que estaba pasando, existía el peligro de que Brenda descubriera el cuerpo
inerte que yacía bajo la cama, no podía darme ese lujo, así que, sin demora
alguna salí del baño y alcance a Brenda en el pasillo. La tomé fuertemente del
brazo y la giré bruscamente hacia mí, sin dejarle oportunidad de reacción, en
cuanto sentí sus senos tocar los míos la acerqué más y le di un beso, agresivo
y prolongado, algo que algunos llamarían pasional.
Una vez separadas, acaricie sus
hombros y baje mis manos lentamente hasta su vientre para introducir sutilmente
mis dedos en su vagina. Brenda me sonrío tenuemente e inclinó su cabeza un poco
pata contemplarme, intentando profundizar en mis ojos. Reanudamos con un beso
leve, pude sentir lo cálido de sus labios, suaves que hacían comparsa con los
míos, en sutil vaivén, ambos deslizándose gracias al labial que llevaba puesto
mi compañera. Brenda separó sus labios tiernamente, reiniciando espaciadamente
aquellas caricias que nos dábamos con los labios. Tomé la iniciativa, la bese
con la boca abierta y la incite a coquetear con nuestras lenguas.
Brenda rozó dócilmente mis
mejillas con la parte opuesta de la palma de sus manos, resbalo hasta mi cuello
y termino por rodearme con sus brazos; como acto reflejo la tomé de la cintura,
una mano posada en cada costado. Percibí como jugueteaba con mi cabello, y a
cada instante nos aproximábamos más, tanto como fuera posible; el beso no se
detuvo y exponencialmente se volvió más apasionado. Brenda adoptó otra postura
a manera de poder acariciarme los pechos, por mi parte, descendí mis manos y
acaricié levemente su vientre, y de improviso la tomé por sus nalgas; la
sutileza me abandonaba. Emulando mi acto repentino, Brenda sobó con mayor
vehemencia mis tetas y comenzó a besarme el cuello, bajando lentamente hasta
los hombros, el contacto de sus labios con mi piel no hizo más avivar mi
ansiedad por sentirla en otra parte.
Brenda se alejó un poco y me
sorprendió con una caricia cerca de la parte alta de mis muslos, la suavidad de
su mano al contacto con mi piel humedeció en un santiamén mi entrepierna;
dispuesto a contribuir con aquello, separé levemente mis piernas y serpenteando
con sus manos introdujo dos de sus dedos en mi vagina, a pesar de mi postura,
Brenda logró pasarlos por mis empapados labios vaginales y pude apreciar como
resbalaban cómodamente. En ese instante deseé que comenzara a hacer los mismos
movimientos rítmicos que me efectuó durante la ducha, pero salió de ahí y me
dio a lamer sus dedos para besarnos y compartir ese sabor, mi propio aroma
mezclado con el de su saliva.
Por mi cuenta, apenas lograba
llegar a tocarle el vértice de sus labios, lo suficiente para palpar su clítoris,
fue alucinante el flujo de líquido que surgió de mi vagina, estaba
extremadamente excitado. Paulatinamente percibí que mi clítoris se sentía duro
y en proporción aumento la sensibilidad sobre él, saboreando los vestigios de
su saliva y mis fluidos, experimente una oleada de placer, se trató
definitivamente de un orgasmo catártico. Transcurrió un momento para que
recuperara el aliento, decidí compensar todo el deleite que provocó Brenda en
mí.
Besé su cuello, dando saltos de
lugar hasta que llegué a sus pechos, allí bese el espacio entre ellos,
alejándome de apoco del centro y alternando sutilmente entre cada uno. Me
concentré en sus pezones, los besaba y daba leves mordiscos en cada uno,
intentaba aliviar la fricción con mi lengua húmeda con la cual hacia círculos
bordeando sus areolas. Apoyé mis manos en sus hombros y poco a poco la obligué
a descender, teniéndola en el suelo dio un repentino salto por lo frío de la
superficie, pero sin tomarle importancia, me monté sobre ella.
Reinicié mis besos en la parte
superior de su torso, aunque no demoré en esa zona. Bajé lentamente mi cabeza
hasta llegar a su abdomen; con mi lengua bordeé el perímetro de su ombligo y
fui bajando haciendo marcadas curvas por todo su vientre. Al sentirme adyacente
a sus piernas, ella las abrió de par en par, moví mi lengua con un singular
ritmo, acariciando su vagina, eso la hizo retorcerse y enseguida pude sentir el
tibio líquido que salía de allí. De inmediato unos ahogados gemidos de su
garganta empezaron a emerger, pero no importaba que los dejara escapar, no
había quien pudiera romper con el encanto del momento.
Cambié mi estrategia y metí los
dedos en su vagina mientras la besaba en la boca, apretándome contra ella e
intentando ahogarla con mi beso. Retiré mis dedos y los lamí, su sabor me
enloqueció; introduje mis dedos de nueva cuenta por su cavidad sexual, estaba
empapada y cálida. Apretó su quijada para evitar gritar, sólo un quejido pudo
escucharse; aumenté el ritmo e introduje tres dedos mientras que con mi otra mano
masajeaba su clítoris, intentando apenas rosarlo, no obstante, no pretendía
disminuir mi velocidad, por el contrario, aumentaba gradualmente.
Cada vez más fuerte, pude sentir
el chisguete de fluido presionarse contra su cavidad, forcejeando con mis
desenfrenadas envestidas. Sus gemidos me excitaron vehementemente, al grado que
tomé una de sus manos para que introdujera sus dedos en mi vagina. Ella casi de
manera inconsciente acepto mi solicitud y comenzó a hacerme lo mismo; tan
pronto lo hizo, sentí una desesperación incontrolable, necesitaba que cada vez
estuviera más dentro, cada vez más fuerte.
Nos masturbamos sin vejaciones,
ambas gimiendo y exhalando bocanadas de aire que se sentía caliente al
expulsarlas. La presión fue tal que, aunque intentamos contenernos, dejé
escapar un sonoro grito que desato un desfile de sensaciones, la sentí torcerse
y al unísono terminamos, como si se tratase de una tubería obstruida, nuestros
fluidos empujaron los dedos de cada una hacia el exterior y todo el fluido
salió disparado por la presión.
Me derrumbé encima de ella, pude
sentir nuestros pechos y vientres rosarse; con evidente debilidad únicamente
pude besarla, un beso suave, hasta inocente. Ella sonrío, su cara estaba
totalmente rosada y su agitación la hacía exhalar entrecortadamente lanzando
pequeñas risas que terminaron en un apretón de quijada y sus ojos cerrados,
llevando hacia atrás su cabeza y moviéndola de izquierda a derecha.
Pasado un raro, me percaté que, a
pesar de mis esfuerzos, mi mente no lograba obtener los suficientes recuerdos
para lidiar del todo con Brenda, lo que hicimos, consideré que fue a base de
puro y primitivo instinto, aunque hasta el día de hoy estoy confundido porque a
veces pienso que parte de la memoria de Alina tuvo mucho que ver. La observe
por un rato, un extraño sentimiento me invitaba a seguir disfrutando de ella,
pero era una realidad que tenía demasiados problemas que solventar.
Perdido en mi pensamiento no noté
que Brenda se quedó dormida; como caída del cielo esa oportunidad, aproveché
para regresar a la Recamara de Alina y empujar hasta el fondo el frio cuerpo
que yacía debajo de la cama. Antes de regresar con Brenda vi la esfera sobre el
tocador, sin mucho que meditar, saqué de nueva cuenta el alfiletero y tomé una
aguja. Preparé la esfera para lo que tenía planeado hacer; me acerqué a Brenda
y despacio, con el mayor de los cuidados, la pinche en un dedo, evidentemente
la desperté porque un repentino alejamiento de su mano me obligo a soltarla.
Aun adormilada pude verter una gota sobre la esfera.
Brenda de apoco se despabilo,
aunque únicamente logró hacerme una mueca en desaprobación. De pronto tuve una
idea que podría sacarme del apuro, aprovechando aun la confusión, la agité
desesperadamente y le dije que debía irse pronto, justificando que una reciente
llamada de mis padres me hizo saber que pronto estarían de regreso en casa. La
primera reacción de Brenda no fue del todo pacifica, sus quejas no esperaron e
incluso vocifero algunas groserías. Encolerizada se levantó lentamente y con
clara molestia comenzó a levantar su ropa regada en el piso del pasillo.
Todas sus prendas encontraron
destino en su cuerpo; aunque intenté tranquilizarla con algunos besos, no hizo
más que empujarme bruscamente y bajar a toda velocidad por la escalera para
enfilarse a la salida. Torpemente la seguí, trastabillando un poco, al
alcanzarla frente a la puerta, Brenda me miró en silencio, su mirada fue
recriminante y justo cuando pensé que volvería a agitarme, me todo de la parte
posterior de mi cuello y me jalo hacia ella para plantarme un febril beso. Al
verla salir sentí una profunda tristeza, pero antes de abrir la puerta se giró
y me sonrió “Espero que repitamos esto pronto” y partió.
Encerrado en la habitación,
planificaba mis siguientes pasos, acto que torturaba mi cabeza; todo eso
mientras jugueteaba con la esfera. La tomé entre mis dedos y detuve mi
jugueteo; pensé en Brenda y lo bien que la pasé, sentí una extraña melancolía.
Cerré los ojos y rememoré su cuerpo, recorrí con el pensamiento cada curva
hasta el último detalle y entonces lo supe, ¿por qué imaginarla si podía
convertirme en ella? Activé la esfera y los efectos fueron instantáneos, el
dolor fue algo que paulatinamente se me hizo soportable, sin embargo, no pude
evitar caer al piso.
Una vez el ardor ceso, me
incorporé despacio y logré ver en el reflejo del espejo a Brenda, una copia
fiel de la chica que hasta hace uno minutos me sacudía con increpante placer
tanto en la ducha como en el piso del pasillo. Era sorprendente, la esfera
continuaba asombrándome, iba de una forma a otra y el detalle de cada cuerpo
era reflejado a la perfección y aunque me hubiese gustado disfrutar más tiempo
de la forma de Brenda en ese instante, supe que no podía postergar más la
solución al desastre en que estaba involucrado.
Saqué el cuerpo de Alina y me
aterró de primera instancia verme a mí mismo así, pero no podía desperdiciar
tiempo. El anterior acontecimiento con Brenda me hizo reflexionar que si quería
salir de esa situación requeriría más memorias de Alina. Retomé la apariencia
de Alina, todo aquello era casi mecánico para ese momento; apreté la esfera y
tomé fuertemente el brazo del inerte cuerpo, una vez más las sacudidas mentales
no dieron tregua, a cada segundo la información quedaba grabada en mi mente, me
obligó a mantenerme el mayor tiempo posible sujeto a Alina.
Mi visión se nubló de apoco, mi
boca se secó y pude percibir un hilo de sangre que salió de mi nariz, cada vez
más copioso. En repetidas ocasiones estuve a punto de soltarla, pero efectué un
sobre esfuerzo por permanecer sujeto; entonces cuando el dolor fue
insoportable, una fuerza mayor me mantuvo sujeto al brazo del cadáver. Fueron
inútiles mis arrestos y aprecié como mi conciencia se perdía entre el flujo de
información, cada instante más vertiginosa y densa, lo que provocó que
terminara perdiendo la conciencia.
Un leve frío que se colaba por la
abertura de la parte baja de la puerta de la habitación me despertó, fue
considerable el esfuerzo que empleé para levantarme, pero a pesar de todo aquello,
no sentí ningún tipo de dolor. Me sacudí un poco, el cabello sobre mi cara me
exasperó. La sobre exposición a los efectos de la esfera me dio un nuevo
panorama de las cosas, fue inesperadamente extraño combinar mis recuerdos con
los de Alina; sentí como si su personalidad fuera más fuerte, aquel sitio, mis
tíos, los amigos de Alina, todas las personas que habían intervenido en su
vida, tuvieron significante importancia para mí.
Incluso el recordar el breve
encuentro que sostuve con Brenda, mi hizo sentir feliz, podía recordar que ese
se trató de uno de los más placentero que había experimentado; la extrañé en
ese momento. Con una claridad sobre mi entorno, de inmediato ideé una
alternativa para deshacerme de ese cuerpo postrado en el suelo. Alina tenía un
honda color vino, ese sería el medio que me permitiría transportar el cuerpo
lejos de ahí. Busqué algunas bolsas de plástico y algo de cinta. Regresé a la
habitación de Alina y arrastré el cuerpo, lo cubrí con sabanas y posteriormente
lo envolví con plástico, para finalmente encintarlo.
Con cuantiosa dificultad lo
traslade por el pasillo hacia las escaleras, golpeando en cada escalón el
cuerpo; al llegar al fondo, lo transporte hasta llegar al estacionamiento.
Quedé exhausto al terminar de colocarlo en la cajuela, resultaba más complicado
de lo que pensé inicialmente, sobre todo porque carecía de la fuerza necesaria
para todas esas tareas.
Antes de abordar el vehículo otra
idea me prevenía de los posibles rastros que pudiese dejar, así que volví a la recamara,
me quite la ropa y me puse la que llevé durante mi jornada nocturna. tomé un
par de prendas limpias y dos pares de tenis que Alina tenía al fondo de un
closet. Llevé conmigo una gorra que se encontraba colgada en un costado del
espejo del tocador y unos espejuelos oscuros. Conseguí del taller de mi tío un
par de garrafones vacíos y uno de los tantos encendedores que tenía regados por
toda la casa. Esculqué las cosas de Alina y encontré no sólo las llaves del
auto, también sus identificaciones y algo de efectivo.
Conduje por una hora
aproximadamente, había abandonado la ciudad y busqué una gasolinera en la
carretera. Hallé una estación de servicio veinte minutos después de cruzar la
caseta de cobro. Cargué con gasolina el Honda y los garrafones. Tomé una
desviación sin percatarme del destino, lo único que deseaba era encontrar una
ruta menos transitada y, en eses aspecto tuve éxito.
De vez en cuando miraba por el
retrovisor, como tratando de prever si alguien me seguía. En ocasiones
coincidía con mi propia mirada, el reflejo de los ojos de Alina en aquel espejo
me hipnotizaba fugazmente. Mis delgadas manos al volante me distraían por
lapsos; al bajar un poco la mirada, mis pechos impedían mi visión sobre el
abdomen, mis muslos ensanchándose conforme se aproximaban hacia el fondo del
asiento me recordaban a Brenda justo cuando me los acariciaba en nuestro
encuentro matutino. Mis pensamientos me traicionaban y termine poniendo una de
mis manos entre mis piernas.
La deslicé suavemente de arriba
abajo acariciando mi monte de venus, oponía resistencia para llegar más a
fondo, pero resultó imposible detenerme. Hice un sobre esfuerzos por mantener
mi atención al frente, el deseo no me impidió meter mi mano en el pantalón y
acariciar directamente la parte externa de mis labios vaginales. Sobaba
rítmicamente, despacio pero incesante; pude sentir nuevamente humedad entre mis
piernas y mis dedos, no podía creer que aquel cuerpo generara tanto deseo.
Ya al borde de mi zona erógena,
hice presión en mi clítoris, un apretón intenso, me hizo sentir como palpitó mi
cuerpo; moví lento mis dedos, realizando movimientos circulares, percibiendo
punzadas de placer con cada rosé. Estaba húmedo, mis dedos rozaban las paredes
de mi vagina, aunque resultaba complicado debido a la posición que llevaba,
provocando que mis muslos impidieran una labor continua. Mi interior apretaba
mis dedos, unos escuetos gemidos de placer salieron involuntariamente de mí;
saqué mis dedos para continuar acariciando mi clítoris, más resuelto y afanoso
y con continua presión.
Mi cuerpo comenzó a resentir los
efectos, mis caderas intentaban moverse y mis gemidos guardaban un dejo de
angustia. Sin embargo, no frené el frote del clítoris, mi respiración se
entrecortó. La cascada de placer sólo se vio opacado por un leve susto al
desviar ligeramente el camino; fue tan espontaneo el aspaviento que saqué sin
cuidado mis manos de entre mis pantalones y situé ambas manos sobre el volante.
Un letrero de desviación me saco
del trance; tomé la bifurcación y no paso considerable tiempo para percatarme
que estaba solo. Era un camino angosto y lleno vegetación; fortuitamente
existía una derivación hacia un camino terroso, lo tomé y me adentré en aquel
camino. Localicé un sitio que me pareció adecuado, así que aparqué y descendí
del vehículo. Exploré un poco el lugar y efectivamente fue propicio para lo que
requería; me tomé tiempo para revisar un poco los alrededores, prácticamente
era una zona negra.
Con precaución y sigilo bajé el
cuerpo de Alina, arrastrándolo hasta un claro en aquel denso bosque, de nueva
cuenta debí esforzarme para todo aquello. Una vez colocado el bulto, lo regué
con copioso combustible y le prendí fuego. Al principio tardo en encenderse,
pero sin detenerme seguí alimentado las pequeñas llamas con más gasolina.
Estaba al rojo vivo aquella masa, miraba como el plástico se estiraba y fruncía
hasta romperse, las sabanas ardieron de inmediato y tan pronto se rasgaron
comenzó a salir humo negro.
La humareda estaba acompañada de
un intenso olor a carne quemada, jamás había olido algo así, pero encontré
cierto parecido con algún el olor que surge al cremar un porcino, pero más
penetrante e insoportable. Podía ver como la piel del cuerpo se arrugaba y
ennegrecía, además la tela y el plástico se pegaban a él. El aroma se tornó
inaguantable al igual que la humareda, el fuego se salió de control. Apunto de
huir del sitio, arrojé toda la ropa que llevaba encima sobre el fuego. Vertí el
contenido de los garrafones en su totalidad, dejé caer hasta la última gota del
contenido como si eso fuese a avivar el incendio.
Sin tomar en cuenta la extensión
que comenzaba a tener el fuego, subí al Honda y partí de aquel sitio. El
regreso tomó menos tiempo y a pesar de que escuchaba las noticias por la radio,
los pensamientos en mi cabeza opacaban toda sonido que surgía de aquel aparato.
Existía algo en mí que me embargo de una profunda tristeza, de tal manera, que
el resto del viaje lloré inconsolablemente, sentía como si una parte importante
de mi hubiese desaparecido, aunque en realidad lo pude entender después, al
conservar la mente de Alina, era evidente que su conexión fuera intensa.
De regresó en casa de Alina o
mejor dicho mi casa, me di a la tarea de acomodar todas las cosas que había
tomado en su lugar. Aunque por mi mente pasó la preocupación que pudieran tener
mis padres por mi paradero, no considere necesario resolver ese asunto de
inmediato, había algo que minimizaba mi deseo por regresar a casa.
Fueron varias horas de trabajo,
la limpieza fue fastidiosa y los encargos de mis tíos se complicaron debido a
la escasa cooperación de los animales. Exhausto, torné al cuarto de Alina, aún
había labores por realizar allí. Limpié y acomodé el desastre que dejé antes de
partir; saqué un par de sabanas nuevas de un armario e hice la cama. Agotado me
dejé caer sobre el colchón y me quedé dormido.
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